7 abr 2019

El asunto del collar de diamantes

Antecedentes
Jeanne Valois de La Motte, la principal instigadora en la estafa, era la hija de un noble arruinado que vivía de la caza furtiva y una plebeya que tuvo que dedicarse a la prostitución tras la muerte de su marido. La joven realmente descendía del linaje real de los Valois, pero había crecido en la pobreza. Cuando tenía siete años, mientras pedía limosna, se cruzó en su camino la marquesa de Boulainvilliers, con este asombroso lamento: "¡Piedad para una pobre huérfana de la sangre de los Valois!". 

La marquesa de Boulainvilliers, conmovida de ver en la miseria a alguien de sangre real, llevó consigo a la muchacha, junto con una hermana más joven. Les proporcionó educación en un pensionado para hijas de nobles pobres. Tuvo la posibilidad de convertirse en monja; sin embargo, demostraría más tarde, no tenía vocación religiosa. A los veintidós años escapó del convento junto con su hermana. 

Jeanne de Valois-Saint-Rémy, grabado por un artista desconocido

Llegaron a Bar-sur-Aube, donde Jeanne conoció a un oficial de la gendarmería, Nicolas de la Motte, con el cual se casó. Dado que los ingresos de su marido eran modestos, Jeanne se valió de su apellido para seguir escalando socialmente. Recurrió a su protectora, la marquesa de Boulainvilliers, quien la recibió en el palacio del cardenal de Rohan. Gracias a su carisma logró ganarse el favor del cardenal, quien le proporcionó un puesto de capitán a su marido y el pago de sus deudas. Pero la ambición de Jeanne no quedaba satisfecha. 

La pareja se mudó a París, donde Jeanne se presentó como la condesa de Valois de la Motte. Obtuvieron préstamos, con los cuales llevaban una vida acomodada. Se trasladaba constantemente a Versalles, donde no logra ser presentada a la reina, pero sus continuas visitas a la corte hacen creer lo contrario. Alrededor de 1783, Jeanne y su esposo planearon el gran golpe.

Comienza la estafa
En ese tiempo, el cardenal Rohan anhelaba el cargo de primer ministro de Francia. Como confidente del cardenal, Madame de la Motte averiguó que el único obstáculo temido por Rohan era la antipatía de la reina María Antonieta. En abril de 1784, Jeanne comenzó a hacer observaciones sobre su "querida amiga", la reina. El cardenal, deseoso de reconciliarse con la reina, se convenció de que la falsa condesa podría interceder por él ante la soberana. En mayo, Jeanne de Valois le prometió a Rohan que su "íntima amiga" le dirigiría un saludo discreto en la próxima recepción de la corte, como señal de reconciliación. Cuando se desea crear alguna cosa es grato creerla; cuando se desea su vista, también se llega a verla fácilmente. En efecto, el  cardenal recibió una leve inclinación de cabeza por parte de la reina, la cual interpretó como la señal que Jeanne le había prometido. 

Retrato de Louis René Édouard, cardenal de Rohan (1734-1803)

Para meterse aún con mayor seguridad al cardenal en el bolsillo, le mostró una prueba escrita. La pareja fue respaldada por su supuesto secretario, Marc Rétaux (amante de la condesa), quien redactó una carta en la que María Antonieta perdona al cardenal: "Me alegro mucho de no tener que considerarte a usted ya como culpable; todavía no puedo conceder a usted la audiencia que desea. Tan pronto como las circunstancias lo permitan se lo comunicaré. Sea usted discreto". El prelado apenas pudo contener su alegría. Recibió más cartas falsificadas, y mientras más convencido estaba de gozar con el favor de la reina, más le aligera los bolsillos a los De la Motte.

La situación se complicó cuando el cardenal insistió en que Jeanne concretará un encuentro con la reina. Los "condes" pronto encontraron la solución en el Palais Royal de París: una prostituta de nombre Nicole, con cierto parecido a la reina. En la noche del 11 de agosto, introdujeron a la prostituta en los jardines de Versalles, disfrazada con un traje de muselina y sombrero de ala ancha que da sombra a su semblante. La falsa reina recibió al cardenal, quien se inclinó respetuosamente ante ella. Nicole cumplió con su papel y pronunció: "Puede usted confiar en que todo lo anterior está olvidado".

No cabe en el cardenal Rohan tanta felicidad. Finalizado el encuentro, se veía ya como primer ministro de Francia. Poco tiempo después, Jeanne le comentó al cardenal que la reina tenía el deseo de hacer entrega de 50,000 libras a una familia noble empobrecida, pero carecía de fondos para ello. Al cardenal no le asombró, pues todos sabían que la reina siempre estaba metida en deudas. Rohan no demora en conseguir el dinero, del cual hace entrega a la condesa, creyendo, ingenuamente, que esta lo hará llegar a "su querida amiga". Las monedas de oro tintinean sobre la mesa de los De la Motte.


El collar de diamantes
El cardenal partió a Alsacia para atender asuntos de su diócesis. Pero, para entonces, los Valois de la Motte vivían plácidamente con el dinero que le sacaron al ingenuo príncipe de la Iglesia. Adquirieron una residencia en Bar-sur-Aube, con un magnífico jardín.

En una de sus reuniones, se enteró de que los joyeros de la corte, Boehmer y Bassenge, se encontraban en un gran apuro; han invertido todo su capital en el más soberbio collar de diamantes que se haya visto jamás sobre la tierra. Fue encargado por Luis XV como regalo para su amante Madame du Barry, quien lo hubiese adquirido de no ser por la muerte del rey. Lo ofrecieron a la corte de España y, por tres veces, a la reina María Antonieta. Pero Luis XVI no había querido adelantar el millón seiscientas mil libras que el collar costaba. El 29 de diciembre de 1784, los joyeros mostraron el collar a la condesa, con la intención de que convenza a su regia amiga de comprar tan valiosa mercancía.   

"The Queen's necklace", reconstruction, Château de Breteuil, France

El cardenal apenas está de regreso de Alsacia, cuando Jeanne de Valois le hace saber de una nueva oportunidad para ganarse el favor de María Antonieta. La reina desea comprar un precioso collar, sin que lo sepa su marido, y para ello necesita un discreto intermediario. El cardenal Rohan está dispuesto a ayudar una vez más a la soberana; días más tarde, la condesa comunica a los joyeros que ha encontrado un comprador para el collar. El 29 de enero de 1785 se cierra el trato en el palacio del cardenal. El monto asciende a un millón seiscientas mil libras, pagaderas antes de dos años en cuatro plazos semestrales. La joya sería entregada el primer día de febrero y el primer plazo de pago vencería el primer día de agosto. El cardenal rubrica de su propia mano las condiciones del contrato y se lo entrega a la condesa para que ésta lo presente a su «amiga» la reina.


Tratándose de un millón seiscientas mil libras, no es una bagatela, ni para el príncipe más dilapidador de la época. Al día siguiente, Jeanne de Valois vuelve a traer el contrato: cada cláusula lleva al margen, manu propria, la palabra "aceptado", y al final del documento, la firma "autógrafa": "Marie-Antoinette de France". Un aristócrata de su categoría, siendo gran limosnero de la corte, antiguo embajador y príncipe de la Iglesia, debía saber que la reina de Francia firmaba con su nombre solamente. Pero Rohan volvió a caer.
Diseño del collar de diamantes

El 1° de febrero, el joyero entregó el estuche al cardenal, el cual, por la noche, lo llevó con la condesa de Valois. Rohan observó cuando la condesa entregó el collar a un joven vestido de negro, que se hace pasar por mensajero de la reina (no se trata de nadie más que Rétaux, el secretario de los condes). La embaucadora Jeanne y su marido cuentan con una gran fortuna en sus manos; proceden a deshacer el collar y vender los diamantes por separado. A los pocos días, los joyeros se quejan ante la Policía de París de que cierto Rétaux de Villete ofrece magníficos diamantes a precios tan bajos, que es forzoso pensar en un robo. Sin embargo, cuando Rétaux comparece ante la Policía y declara que ha recibido los diamantes para su venta de la condesa de Valois, la Policía lo deja libre. Pero, en todo caso, la condesa se da cuenta de que sería peligroso continuar deshaciéndose de las piedras preciosas desmontadas del collar en París. Por ello, envía a su esposo a Londres para que venda los diamantes.

Con los ingresos obtenidos de la venta, la pareja se traslada a su rica residencia en Bar-sur-Aube. Según el inventario de su vestuario (que pudo ser comprobado más tarde por los documentos del proceso), no se registran menos de dieciocho trajes de seda o de brocado, adornados con encajes de Malinas y botones de oro cincelados. El estilo de vida de la pareja no levanta sospechas. Solamente el cardenal empieza a preguntarse por qué la reina no utiliza el collar. La astuta mujer responde que la reina no quiere usar el collar hasta que esté completamente pagado. El cardenal se da por satisfecho con esa respuesta. 

Se descubre la estafa
La condesa se convence de que, al descubrir la estafa, el cardenal Rohan preferirá no hacer mucho ruido sobre el asunto, a fin de evitar una humillación. Preferirá pagar el collar antes que se sepa que fue estafado por los Valois de la Motte. Se acerca el 1° de agosto, el primer plazo para las cuatrocientas mil libras. Para ganar tiempo, la condesa comunica a los joyeros que la reina ha pedido una rebaja de 200,000 mil libras. 

Los joyeros aceptan la rebaja. Con lo que no cuenta la condesa, es que Boehmer se lo va a comunicar directamente a la reina. El 12 de julio, Boehmer entrega una carta a María Antonieta: "Señora, nos encontramos en el colmo de la dicha al atrevernos a pensar que las últimas condiciones de pago que nos han sido propuestas, y a las cuales nos hemos sometido con celo y respeto, son una nueva prueba de nuestra sumisión y obediencia a las órdenes de Vuestra Majestad, y tenemos una verdadera satisfacción al pensar que la más bella joya de diamantes que existe en el mundo servirá para la más alta y mejor de todas las reinas". La carta resulta incomprensible para quien no conozca el asunto. Pero la reina no indaga más y arroja el papel al fuego.


Conforme se acerca el día del primer pago, la condesa se da cuenta de que la situación ya es insostenible y decide destapar la estafa. Les hace saber que el escrito de garantía de pago que posee el cardenal es falso, pero él, siendo rico, podría pagar el collar. Con ello espera que los joyeros acudan al cardenal exigiendo su dinero y, como se ha mencionado anteriormente, el prelado cederá a pagar por temor al ridículo.  El 13 de agosto, Boehmer acude a Versalles y pide audiencia con la reina. Al cabo de unos minutos, el joyero descubre que la reina ni tiene el collar ni sabe nada del asunto. Según los testimonios del proceso, es indudable que María Antonieta no tuvo ni la más leve sospecha de la intriga que se urdió en su nombre. 

Proceso
La reina se enfurece al descubrir que el collar fue comprado por el cardenal Rohan en su nombre. Ella está convencida de las malas intenciones de aquel ingenuo. En Versalles no creen en la culpabilidad de Rohan y pronto circula un rumor de que la reina se ha querido deschacer de un incómodo testigo. 
El odio contagiado por su madre ha llevado a María Antonieta a una irreflexiva precipitación. Olvida la reina que Louis René Édouard, cardenal de Rohan, es portador de uno de los más antiguos y gloriosos nombres de Francia. Como es natural, todas las familias de abolengo se sienten ofendidas de que uno de los suyos haya sido detenido en palacio como un vulgar ratero.

María Antonieta, retratada en 1783 por Marie Louise Élisabeth Vigée Lebrun

El 15 de agosto de 1785, cuando el cardenal se preparaba para celebrar la fiesta de la Asunción, fue detenido por orden del rey (instigado por su esposa) y llevado a la Bastilla. No solo la nobleza estaba ofendida, la Iglesia tampoco estaba dispuesta a permitir que se manchara el buen nombre de uno de sus siervos más prominentes. El pueblo de Francia está indignado; mientras ellos sobreviven con un ínfimo salario, los nobles gastan millones de libras en collares. 

Poco después de la detención de Rohan, la condesa de Valois de la Motte es detenida, mientras que su esposo ha podido huir a Londres con los restos del collar. Rétaux de Villette logra escapar a Suiza. Incluso Nicole, la prostituta que fingió ser la reina, es arrestada, al igual que Cagliostro, sospechoso de cómplice en la estafa.
 

Absolución y consecuencias
El Parlamento había sido restablecido a sus funciones por Luis XVI. Conformado por miembros de alta nobleza, se reunió en mayo para deliberar sobre el caso. La nobleza, el clero y el pueblo esperan la absolución del cardenal. En absolverlo, porque ha sido víctima de un fraude, están todos de acuerdo; la diferencia de opiniones impera solo en lo que se refiere a la forma de absolución. Los partidarios de la corte desean que la absolución venga ligada con una reprensión por el mal uso que ha hecho del nombre de la reina, lo cual implica que el cardenal presente sus excusas y la dimisión de sus cargos. El partidario adverso, conformado por los enemigos de la reina, desea la absoluta absolución. Sin embargo, tras una larga deliberación que dura alrededor de dieciséis horas, el tribunal decide absolver al cardenal y a Nicole Leguay (la prostituta que fingió ser la reina). Cagliostro, aunque fue absuelto al no poder demostrarse su conexión con el caso, fue exiliado de Francia. La resolución supone una humillación pública para la reina, así como el desprestigio de la monarquía francesa. Solo Jeanne de Valois es condenada por unanimidad a ser azotada públicamente, a ser marcada con un hierro candente que le imprima una "V" (voleuse, ladrona) y a permanecer encerrada de por vida en Salpêtrière.


Al oír el veredicto, alguien se precipita fuera de la sala de audiencia y lo comunica a las masas. Con tanta violencia se desborda el júbilo, que sus gritos llegan hasta la otra orilla del río. "¡Viva el Parlamento!", grito que sustituye al habitual "¡Viva el rey!", resuena por toda la ciudad. A los jueces les cuesta defenderse de la entusiasta gratitud. La gente los abraza, su camino es cubierto de flores; magníficamente se desarrolla el cortejo triunfal de los absueltos. Diez mil personas escoltan al cardenal, nuevamente vestido de púrpura, hasta la Bastilla, donde todavía debe pasar aquella noche.

En vano se esfuerza la reina por ocultar su desesperación. Mercy comunica a Viena que el dolor de la reina es "mayor de lo que razonablemente parece exigir la causa". El rey, para dar a su esposa una especie de satisfacción, envía al cardenal al destierro. Tal acto, visto como un atropello a la decisión del Parlamento, disgusta al país. El destierro, no obstante, sólo durará tres años, ya que el 17 de marzo de 1788 el rey lo autorizará a regresar a su diócesis.

Pocas semanas después, Jeanne logra salir de prisión y huye a Inglaterra. El mismo día de su llegada, un editor de Londres le ofrece grandes sumas de dinero a cambio de sus revelaciones sobre el asunto que ha sacudido a Francia y a toda Europa. La duquesa de Polignac, favorita de la reina, es enviada a Inglaterra para comprar el silencio de la ladrona a cambio de doscientas mil libras, pero la embaucadora recibe el dinero y hace publicar varias veces el libro de sus Memorias. En estas memorias se encuentra todo lo que un público ávido de escándalo podía esperar: nadie sino la reina ha encargado el collar y lo ha recibido de manos de Rohan, mientras que ella, por amistad, ha echado sobre sí el delito de proteger el desacreditado honor de la reina. En ellas atribuye a María Antonieta todo tipo de infidelidades, orgías y derroches. 

Tras estallar la Revolución Francesa en 1789, los clubs intentaron traer a París a la fugitiva, bajo su protección, para abrir nuevamente el proceso del collar, pero esta vez con María Antonieta en el banco de los acusados. Jeanne de Valois no tuvo oportunidad de regresar a Francia como trágica heroína, pues la muerte la sorprendió en 1791 al caer de su balcón, posiblemente tratando de huir de unos acreedores. Sin esta intervención del destino, el mundo habría asistido a una comedia de justicia más grotesca aun que el proceso del collar: la condesa de Valois, espectadora aclamada en la decapitación de la reina calumniada por ella.


Fuente:
Zweig, Stefan, María Antonieta, segunda edición, México: Editorial Porrúa, 2016
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