28 mar 2022
Barbara Radziwill, reina de Polonia
22 feb 2021
Mitos medievales: ¿Iglesia vs Ciencia?
La creencia popular es que la religión ha frenado el progreso científico. La Edad Media es vista como una época de oscurantismo y estancamiento. Y la culpa suele ser atribuida a la Iglesia Católica, ¿qué tan cierto es?
John Heilbron empieza su libro "The Sun in the Church" con las siguientes palabras:
"The Roman Catholic Church gave more financial and social support to the study of astronomy for over six centuries, from the recovery of ancient learning during the late Middle Ages into the Enlightenment, than any other, and probably all, other institutions" (La Iglesia Católica Romana brindó más apoyo financiero y social al estudio de la astronomía durante más de seis siglos, desde la recuperación del saber antiguo durante la Baja Edad Media hasta la Ilustración, que cualquier otra, y probablemente todas las demás instituciones).
Alta Edad Media
Después de la caída del Imperio Romano de Occidente, vino un período de desintegración política, agitación social y declive intelectual conocido como Alta Edad Media (500-1000). No cabe duda que hubo un retroceso cultural, pero ¿fue culpa de la Iglesia? Hay que recordar que toda una civilización en Occidente había colapsado. Había invasiones bárbaras, guerras y pobreza. La baja actividad científica en esta época estuvo relacionada con el caos que siguió a la caída de Roma, no con la represión de la Iglesia. El historiador agnóstico Will Durant no solo afirma que la Iglesia no tuvo la culpa, sino que hizo todo lo posible por mantener cierto orden.
La Alta Edad Media contribuyó a un aspecto importante de toda tradición científica: la preservación y transmisión del conocimiento acumulado. Los monasterios jugaron un papel crucial en este proceso. Las ciencias naturales no eran su principal interés; no obstante, ningún otro elemento de la sociedad medieval europea contribuyó más que la Iglesia a la preservación del conocimiento científico durante esta etapa intelectualmente precaria.
En este periodo, destacan eruditos como Casiodoro (485-580), fundador del monasterio de Vivarium. Escribió Institutiones, con una primera parte dedicada a las Escrituras y la segunda a las artes liberales, como la astronomía o las matemáticas; Isidoro (556-636), arzobispo de Sevilla. Su obra Etimologías fue un intento de reunir todo el conocimiento medieval, derivado del saber clásico; recopila temas de teología, derecho, medicina e historia. Este libro logró una extraordinaria difusión por toda Europa; y Beda (673-735) Monje benedictino, originario de Northumbria. Escribió obras como De natura rerum o De temporum ratione, en la que registra el efecto de la Luna en las mareas.
Renacimiento carolingio
Se le denomina así al periodo comprendido entre finales del siglo VIII y principios del IX. Constituye, según palabras de Pierre Riché, "el primer gran florecimiento de la cultura europea". A medida que aumentaba el control de Carlomagno sobre los territorios, también lo hicieron sus esfuerzos por difundir la educación.
Carlomagno patrocinó fundaciones religiosas, donde los escribas copiaban manuscritos usando una escritura más legible; la escritura que desarrollaron se denomina minúscula carolingia. Muchos textos clásicos sobrevivieron gracias a las copias carolingias. También procuro que el clero tuviera una educación adecuada, estandarizó la liturgia y los rituales. Esta labor fue encomendada a Alcuino de York, abad benedictino. Conoció a Carlomagno en 781, en Italia, y aceptó su invitación para hacerse cargo de la Escuela Palatina fundada por el rey en su capital, Aquisgrán. Alcuino sistematizó el plan de estudios y alentó el estudio de las artes liberales. Los estándares escolares de la Escuela Palatina eran tan altos que otras escuelas monásticas y catedrales se inspiraron para emularlos.
Renacimiento en el siglo XII
Entre el siglo XI y XII, Europa experimenta una renovación política, social y económica. Ahora las escuelas contaban con planes de estudios más amplios, que incluían el estudio de los clásicos latinos y griegos, disponibles desde la Alta Edad Media, aunque poco estudiados en ese entonces. Los fenómenos naturales debían explicarse exclusivamente en términos naturalistas, pero esto no era resultado de un escepticismo sobre el origen divino del universo, sino una creciente convicción de que la investigación de las causas secundarias establecidas por el Creador era un medio legítimo para estudiar la filosofía natural.
En el Tercer Concilio de Letrán, en 1179, se estableció: "...para que la oportunidad de aprender a leer y progresar en el estudio no se retire a los niños pobres que no pueden ser ayudados por el apoyo de sus padres, en cada iglesia catedralicia se le debe asignar a un maestro algún beneficio adecuado para que pueda enseñar a los clérigos de esa iglesia y a los pobres eruditos" (canon 18).
Las universidades surgidas en el siglo XII, en Europa, son predecesoras de la universidad moderna, la cual hereda de la universidad medieval no solo la denominación, sino también su estructura organizativa, sistema académico, libertad académica y docencia. Nuestras universidades persiguen la internacionalidad, tal como lo hacía la universidad medieval. Estas universidades evolucionaron a partir de escuelas catedralicias y monásticas más antiguas, y es difícil determinar cuándo se convirtieron en verdaderas universidades.
Hay personas que rechazan lo anterior bajo el argumento de que en la antigüedad hubo instituciones de educación superior, por ejemplo, la Academia de Platón. De hecho, las escuelas griegas son las que más se asemejan a la universidad medieval; sin embargo, nunca lograron la forma corporativa que dio permanencia a la universidad. Las escuelas confucianas de la China Imperial, la Gurukula de la India, la Madrasa del Islam, las escuelas de los templos aztecas e incas, las escuelas japonesas del periodo Tokugawa y las escuelas monásticas (antes del siglo XII) daban poco espacio para cuestionamientos o análisis. Ciertamente, todas las civilizaciones han necesitado educación superior para capacitar a sus gobernantes, sacerdotes o militares, pero solo en la Europa medieval surgió una institución reconocible como universidad, una escuela de educación superior caracterizada por su autonomía corporativa y libertad académica.
Esta institución surgió antes de 1200 en ciudades como Bolonia, París y Oxford. En 1500, unas sesenta universidades estaban esparcidas por toda Europa. Aproximadamente el 30% del plan de estudios de una universidad medieval cubría materias relacionadas con el mundo natural. La ciencia y medicina greco-árabe encontraron por primera vez un hogar permanente en esta institución. Es difícil creer que la Iglesia medieval toleraría y apoyaría la universidad, si realmente había intención de suprimir la ciencia. La teología cristiana resultó adecuada para fomentar el estudio del mundo natural, considerado creación de Dios.
Los Papas intervinieron en nombre de la universidad en numerosas ocasiones. Honorio III (1216-1227) se puso del lado de los eruditos de Bolonia en 1220, cuando sus libertades fueron violadas. En 1231, cuando los funcionarios diocesanos locales invadieron la autonomía institucional de la universidad, el Papa Gregorio IX emitió una bula que concedía a la Universidad de París el derecho al autogobierno. En varias ocasiones, el pontífice obligó a las autoridades universitarias a pagar los sueldos de los profesores (tenemos los ejemplos de Bonifacio VIII, Clemente V, Clemente VI y Gregorio IX).
Tampoco es verdad que la mayoría de los estudiantes eran monjes que dedicaban la mayor parte del tiempo al estudio de la teología. Al contrario, la mayoría no cumplía con los requisitos para estudiar teología. Pocas universidades contaban con facultad de teología en el siglo XIII. La noción de la teología como reina de las ciencias se remonta a Aristóteles, quien quiso decir que la metafísica o la teología eran ramas de la filosofía más fundamentales que las matemáticas o la filosofía natural. Su estatus científico era discutido por los mismos teólogos. Por ejemplo, Tomás de Aquino creía que la teología era una ciencia. William de Ockham, un influyente franciscano, no estaba de acuerdo.
Condenas de 1277, ¿tuvieron un efecto positivo?
La recepción del aristotelismo en las universidades no estuvo exento de problemas. Las condenas de 1277 por el obispo Étienne Tempier destacaban ciertos puntos de tensión entre la filosofía aristotélica y las creencias cristianas. El Papa no jugó ningún papel en las condenas; simplemente solicitó una investigación sobre las causas de aquella confusión intelectual. Incluso se podría decir que hubo una aprobación papal poco entusiasta.
Pierre Duhem afirma: "Si tuviéramos que asignar una fecha al nacimiento de la ciencia moderna, sin duda elegiríamos el año 1277, cuando el obispo de París proclamó solemnemente que podían existir varios mundos, y que el conjunto de las esferas celestes podría, sin contradicción, estar animada por un movimiento rectilíneo" (pág. 412). Aunque esta afirmación podría considerarse extrema, como señala el autor Edward Grant. Woods afirma que, aunque los estudiosos han discrepado sobre la influencia relativa de las condenas, "todos coinciden en que obligaron a los pensadores a emanciparse de las restricciones de la ciencia aristotélica y a considerar posibilidades que el gran filósofo nunca imaginó". Estas condenas pudieron haber tenido éxito, de no ser por la cristianización de Aristóteles ofrecida por Tomás de Aquino.
Atención médica
Los hospicios, inicialmente construidos para albergar a peregrinos y mensajeros, se convirtieron en hospitales en el sentido moderno de la palabra. Entre los siglos VI y X, bajo la influencia de la Orden Benedictina, la enfermería se convirtió en una parte establecida de cada monasterio. Inicialmente diseñada para el cuidado de los monjes, con el tiempo acogieron a pacientes civiles.
Durante la Baja Edad Media, las enfermerías monásticas continuaron expandiéndose, pero también se abrieron hospitales públicos, financiados por las autoridades de la ciudad, la iglesia y fuentes privadas. Los monasterios desempeñaron un papel vital en la promoción de la atención médica y el desarrollo de hospitales.
¿Y qué hay de la disección humana?
Uno de los mitos más frecuentes es que la Iglesia medieval se opuso a la disección humana. La mayoría de las culturas despreciaban esta actividad, por lo cual es sorprendente que la Iglesia sí permitiera las disecciones. La bula papal De Sepulturis (aproximadamente en 1299) a menudo es citada como evidencia, ya que prohíbe la ebullición de cuerpos. Esta práctica se volvió común durante las cruzadas, cuando los muertos en campaña querían ser enterrados en su tierra. La ebullición separaba la carne de los huesos y de esta manera era más fácil trasladar los restos. La bula también tenía el objetivo de prohibir el comercio de huesos de soldados.
En 1231, el emperador Federico II decretó que un cuerpo humano debía ser disecado al menos una vez cada cinco años; la asistencia era obligatoria para todos los que iban a practicar medicina o cirugía. A finales del siglo XIII, la universidad de Bolonia emergió como la institución más popular de Europa para el aprendizaje de la medicina. Su estatus se reforzó aún más cuando el Papa Nicolás II le concedió una bula en 1292, mediante la cual todos los graduados en medicina podían enseñar en todo el mundo.
¿Cuándo y cómo surge este mito?
La denigración de la Edad Media comienza a partir del siglo XVI, cuando los humanistas se acercaron a la literatura griega y romana. Las críticas contra este periodo fueron retomadas por ingleses como Bacon (1561-1626) o Hobbes (1588-1679), autores protestantes que se negaban a dar el más mínimo crédito a los católicos. Les resultaba más conveniente afirmar que nada de valor se había enseñado en las universidades antes de la Reforma. Sin embargo, es erróneo afirmar que no había ciencia ante del Renacimiento (este es tema para otra publicación). Aunque intelectuales protestantes como John William Draper y Andrew Dickson White se empeñaban en señalar al catolicismo como primera fuente del conflicto entre ciencia y religión, no hay indicios de tal conflicto antes del asunto de Galileo (e incluso este caso merece una exhaustiva investigación).
En conclusión, no había una guerra entre la ciencia y la Iglesia medieval. La relación entre ambas fue compleja, alternando entre la colaboración y el desacuerdo. No se puede negar que había límites teológicos que los eruditos debían abordar con cuidado. Pero rara vez experimentaron el poder coercitivo de la Iglesia y a menudo encontraron apoyo y mecenazgo en esta. La idea de que el catolicismo medieval reprimió la ciencia resulta casi ridícula cuando se toma en cuenta la gran cantidad de clérigos involucrados en el estudio de las ciencias.
Fuentes:
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Duhem, Pierre (1906) Études sur Léonard de Vinci. Disponible: https://archive.org/details/tudessurlona02duhe/mode/2up [18/02/21]
Cilliers, L., & Retief, F. P. (2002). The evolution of the hospital from antiquity to the end of the middle ages. Curationis, 25(4), 60–66. https://doi.org/10.4102/curationis.v25i4.806 [19/02/21]
Grant, Edward (1974) A Source Book in Medieval Science. Harvard University Press. Disponible: https://books.google.com.mx/books?id=fAPN_3w4hAUC&lpg=PP1&hl=es&pg=PP1#v=onepage&q&f=false [19/02/21]
Ghosh S. K. (2015). Human cadaveric dissection: a historical account from ancient Greece to the modern era. Anatomy & cell biology, 48(3), 153–169. https://doi.org/10.5115/acb.2015.48.3.153 [18/02/21]
Hannam, James (2009) God's Philosophers: How the Medieval World Laid the Foundations of Modern Science. Icon Books Ltd. Disponible: https://es.scribd.com/book/353166911/God-s-Philosophers-How-the-Medieval-World-Laid-the-Foundations-of-Modern-Science [19/02/21]
Lindberg, David C. (2002) Medieval Science and Religion. Capítulo del libro Science and Religion: A Historical Introduction, editado por Gary B. Ferngren. Disponible: https://books.google.com.mx/books?id=4mFwdYxrjBMC&lpg=PP1&hl=es&pg=PP1#v=onepage&q&f=false [18/02/21]
Numbers, Ronald L. (2010) Galileo Goes to Jail and Other Myths about Science and Religion. Harvard University Press. Disponible: https://books.google.com.mx/books?id=ILIPEAAAQBAJ&lpg=PP1&hl=es&pg=PP1#v=onepage&q&f=false [15/02/21]
Pavlac Brian A. y Lott Elizabeth S. (2019) The Holy Roman Empire: A Historical Encyclopedia [2 volumes]. ABC-CLIO. Disponible: https://books.google.com.mx/books?id=arSYDwAAQBAJ&lpg=PP1&hl=es&pg=PP1#v=onepage&q&f=false [20/02/21]
Perkin H. (2007) History of Universities. In: Forest J.J.F., Altbach P.G. (eds) International Handbook of Higher Education. Springer International Handbooks of Education, vol 18. Springer, Dordrecht. https://doi.org/10.1007/978-1-4020-4012-2_10 [18/02/21]
Shiqin Liao and Huigai Li (2016) Reach to the Characters and Effects of Medieval Universities in Western Europe. Título del libro: Proceedings of the 2016 International Conference on Education, E-learning and Management Technology. Disponible: https://www.atlantis-press.com/proceedings/iceemt-16/25860011 [18/02/21]
Woods, Thomas E. (2005) How the Catholic Church built Western civilization. Disponible: https://archive.org/details/howcatholicchurc0000wood [19/02/21]
29 ene 2021
Mitos medievales: ¿Se creía que la Tierra era plana?
Una creencia popular es que Colón pretendía desmentir la teoría de que la Tierra era plana y que a los marineros les aterraba la idea de llegar al borde del mundo. Esto es falso; la gente en la Edad Media sabía que la Tierra era esférica. En la época del descubrimiento, lo que se desconocía era la circunferencia, no la forma. Es por eso que los marineros temían morir de hambre en la exploración del océano desconocido. Copérnico y Galileo tampoco discutían la forma del planeta, sino su posición, de acuerdo con su tesis del sistema heliocéntrico.
Retomando el tema del descubrimiento de América, Fernando e Isabel remitieron los planes de Colón a una comisión real encabezada por Hernando de Talavera, celebrada en Salamanca. Se reunieron tanto miembros del clero como laicos. Plantearon algunas objeciones al proyecto, pero todos asumieron la redondez de la Tierra. Argumentaron que Colón no podía alcanzar las Indias en el tiempo que él establecía, ya que la circunferencia de la Tierra era demasiado grande. Y resultó que tenían razón.
Ninguna persona educada (salvo algunos disidentes) en la historia de la civilización occidental desde el siglo III a. C. en adelante creía que la Tierra era plana. En la Antigüedad, la esfericidad de la Tierra fue reconocida por filósofos como Pitágoras, Aristóteles y Eratóstenes (quien logró calcular la circunferencia). Esto no cambió con la llegada del cristianismo.
Tomás de Aquino, en su Suma Teológica, escribe "...tanto el astrólogo como el físico pueden concluir que la tierra es redonda. Pero mientras el astrólogo lo deduce por algo abstracto, la matemática, el físico lo hace por algo concreto, la materia". San Agustín menciona, según un fragmento de La Ciudad de Dios: "...y no reparan que aunque se crea o se demuestre con alguna razón que el mundo es de figura circular y redonda, con todo, no se sigue que también por aquella parte ha de estar desnuda la tierra de la congregación masa de las aguas; y aunque esté desnuda y descubierta, tampoco es necesario que esté poblada de hombres, puesto que de ningún modo hace mención de esto la Escritura, que da fe y acredita las cosas pasadas que nos han referido". Aunque San Agustín niega la existencia de pobladores en las Antípodas, no duda de la esfericidad del planeta. Roger Bacon (1220-1292), al igual que otros grandes eruditos de la época medieval, Jean Buridan (1300-1358), Nicholas Oresme (1320-1382) o Beda el Venerable en el siglo VII, afirmaron la redondez de la Tierra. Alfonso X de Castilla escribe en su "General Estoria": "Sabuda cosa es por razón e por natura, e los sabios assí lo mostraron por sos libros, que como el mundo es fecho redondo que otrossí es redonda la tierra...". Ahora que mencionamos a un rey, no podemos dejar de lado la evidencia gráfica en el uso del orbe por los monarcas cristianos.
Parece ser que fue el escritor estadounidense, Washington Irving (1783-1859), quien popularizó el mito de la Tierra plana con su obra "Una historia de la vida y viajes de Cristóbal Colón", en la que narra que el marinero se presentó en la universidad de Salamanca para defender su teoría de la Tierra redonda. Esto es una licencia dramática por parte de Irving. El académico Antoine-Jean Letronne (1787-1848), plasmó esa misma idea en su obra Sobre las ideas cosmográficas de los padres de la iglesia.
Sin embargo, no podemos culpar solamente a Irving o a Letronne. Un motivo por el cual se piensa que la gente medieval creía en la Tierra plana son los mapas de esa época. En estos se observa una Tierra plana en forma de disco, pero la realidad es que los cartógrafos medievales intentaron que el círculo representara el hemisferio superior del globo. Un punto a considerar es que la mayoría de los mapas medievales no estaban destinados a llevar a alguien de un lugar a otro, sino que eran obras de arte colgadas en las catedrales o ilustraciones en manuscritos. Por lo tanto, no eran precisos. Otro motivo por el cual ha perdurado este mito es nuestro propio prejuicio sobre la gente medieval, forjado en los estereotipos de que eran sucios e ignorantes. Muchos conceptos erróneos sobre la Edad Media surgieron en el siglo XIX como parte de una reacción contra la religión.
Fuentes:
Gould, Stephen J. (1997) The late birth of a flat earth, Dinosaur in a Haystack: Reflections in Natural History, disponible: http://www.inf.fu-berlin.de/lehre/SS05/efs/materials/FlatEarth.pdf [29/01/21]
Páez Kano, José Rubén (2003) La esfera de la tierra plana medieval como invención del siglo XIX (Tesis de maestría). Disponible: https://rei.iteso.mx/bitstream/handle/11117/2472/Jos%C3%A9%20Rub%C3%A9n%20P%C3%A1ez%20Kano%20Lista.pdf?sequence=2 [29/01/21]
Livingston, Michael (2002) Modern Medieval Map Myths: The Flat World, Ancient Sea-Kings, and Dragons. Disponible: https://web.archive.org/web/20060209042605/http://www.strangehorizons.com/2002/20020610/medieval_maps.shtml [29/01/21]
Russell, Jeffrey Burton (1997) The Myth of the Flat Earth, Studies in the History of Science (American Scientific Affiliation), disponible en: https://www.asa3.org/ASA/topics/history/1997Russell.html [29/01/21]
22 ene 2021
Agnès Sorel, la primera amante real
Dame de beauté
Nació en 1422 en Fromenteau, una pequeña población de la Turena. Su padre era un militar, Jean Seurelle y su madre, Catherine de Maignelais, pertenecía a la nobleza rural. La pareja formaba parte de la corte de Renato I de Nápoles (hermano de María de Anjou) e Isabel de Lorena. Se sabe poco sobre los primeros años de Agnès. Es mencionada hasta 1444 en las cuentas de Isabel de Lorena: "Agnès Sorelle", como dama, recibía diez libras, colocándola en el extremo inferior de la escala de asalariados.
En 1443, Carlos VII de Francia recibió a los reyes napolitanos, quienes acababan de perder su reino. Su esposa, María de Anjou, era una mujer muy piadosa y constantemente estaba embarazada; según Chastellain, cronista de la corte del duque de Borgoña, "tenía un rostro que habría infundido miedo incluso en los ingleses".
Apenas apareció en la corte francesa, Agnès llamó la atención del rey Carlos, quien tenía cuarenta años. No era un hombre agraciado; el cronista Chastellain lo describe como flaco, de constitución débil y una manera extraña de caminar. Sin embargo, era amable, culto y seductor.
Agnès se ganó el apodo de Dame de beauté, Dama de la Belleza, no solo por su apariencia, sino también por ser dueña del castillo de Beauté, obsequiado por el rey Carlos. El amorío provocó un gran escándalo; era la primera vez que un rey de Francia exhibía su relación con una favorita. Chastellain anotó en sus memorias que "ya sea en la mesa, en la cama o en la sala del consejo, ella debe estar siempre a su lado". Incluso entró al servicio de la reina María. Sus cuatro hermanos, Carlos, Luis, Jean y André fueron incorporados a la casa del rey. Su madre recibió una pensión, que mantuvo incluso después de la muerte de Agnès. Su padre murió en 1446. En 1444, además de recibir el castillo de Beauté-sur-Marne, estaba en condiciones de donar una estatuilla de plata cubierta de oro a la iglesia de Loches. El reconocimiento de Agnès como amante real tuvo ramificaciones a largo plazo; estableció una nueva práctica para los reyes franceses y creó oportunidades de ejercer el poder para las mujeres.
Consciente del peligro de su posición, buscó aliados. Uno de ellos fue Pierre de Brézé, senescal de Anjou y de Poitou. Su segundo aliado era Jacques de Coeur, administrador de finanzas y comerciante. Importaba joyas, pieles, seda y objetos preciosos de Oriente. Adelantándose a las técnicas modernas de mercadotecnia, recurrió a la favorita real como "imagen" para su negocio.
De esta manera, la corte francesa dejó atrás su ambiente casi monacal para convertirse en paradigma del lujo y la voluptuosidad. Agnès impuso la moda de depilarse las cejas, lucir escotes y usar ropa interior fina. También fue la primera mujer que utilizó diamantes como adorno personal. La vestimenta de la época no solo era costosa, sino incómoda. Por lo general, las mujeres llevaban gorros cónicos enormes de casi un metro de altura llamados hennin y túnicas de brocado rígido que ceñían sus figuras con tanta fuerza que les costaba respirar. Agnes Sorel tenía ideas bastante diferentes sobre la comodidad y la belleza en la vestimenta, aunque la cola de su vestido era más larga que la de cualquier otra mujer. Su presencia en la corte resultaba escandalosa, pues eclipsaba a la misma reina.
Agnès, haciendo honor a su sobrenombre, encarnaba el ideal de belleza de su época; rubia, ojos azules, tez muy blanca, cintura estrecha y senos redondos. Jean Chartier dijo que "entre todas las bellezas era la más joven y hermosa del mundo". Incluso sus opositores reconocieron que era una mujer muy hermosa. Tuvo tres hijas con el rey, pero solo dos sobrevivieron a la infancia: Maria y Charlotte de Valois (el hijo de esta, Luis de Brézé, se casó con Diana de Poitiers, otra célebre amante real).
Gracias a la colaboración de Brézé y Jacques Coeur, el reino prosperaba y se fortalecía lo suficiente para un nuevo enfrentamiento con los ingleses. Consciente del odio que inspiraba, Agnès se dedicó a repartir cuantiosas limosnas. Hay cierta comparación entre Juana de Arco, la guerrera que hizo posible la coronación de Carlos VII, y Agnès Sorel, la amante que inspiró al rey vacilante a continuar la lucha contra los invasores ingleses.
La opinión de los historiadores está dividida respecto a la influencia política de Agnès. Se le atribuye el mérito de haber sacado al rey Carlos de su letargo y convertirlo en un rey dispuesto a expulsar a los ingleses. Auguste Vallet de Viriville apoya esta perspectiva. Fresne de Beaucourt argumenta que, para atribuir ese mérito a Agnès, ella tendría que haber entrado en la vida del rey en la década de 1430, cuando Carlos comenzó a mostrar su temple. Aunque Vallet ubica el idilio en esa década y el nacimiento de Agnès alrededor de 1410, ningún documento la menciona antes de 1444. Por lo tanto, Agnès conoció a un Carlos VII ya transformado.
Sin embargo, esto no significa que se deba descartar su influencia política. Los documentos de Guillaume Mariette demuestran que Pierre y Agnès eran aliados, siendo esta última un medio seguro para influir en el rey. Esta percepción está respaldada por otras referencias contemporáneas. El más formidable entre sus enemigos era el delfín. Junto con Pierre, Agnès se interpuso en el camino de Luis y sus aliados que querían deponer al rey. La aversión del delfín por Agnès es insinuada en los documentos de Mariette, así como en varias crónicas. Pío II escribió que la causa de la discordia entre Carlos VII y su hijo fue Agnès, a quien Luis llegó a perseguir con su espada.
Muerte
En 1450, con un embarazo avanzado, Agnès viajó a Normandía para encontrarse con el rey, quien libraba la batalla contra los ingleses. Era un viaje inusual y peligroso para una mujer aristocrática y en su condición; se esperaba que guardará reposo de cuatro a seis semanas antes de dar a luz. Sus motivos no están claros. Sin embargo, el cronista Jean Chartier ofrece una explicación: la joven pretendía informar al rey sobre un complot.
En la abadía de Jumièges sufrió un parto prematuro. El 9 de febrero, a los veintiocho años, Agnès falleció por disentería. No tardaron en correr los rumores de que había sido envenenada. No faltaban sospechosos; el delfín Luis, quien despreciaba a la amante de su padre, o Antoinette de Maignelais, prima de Agnès y su sucesora como favorita real. Cabe señalar que además de ser atendida por Robert Poitevin, médico personal del rey, también estaba presente Etienne Chevalier, médico de cabecera del rey y de Luis. Sin embargo, Jacques de Coeur fue acusado del asesinato y, aunque no se pudo comprobar su culpabilidad, fue acusado de malversación de fondos y no volvió a gozar del favor real.
Incluso en sus horas finales, Agnès dio muestras de serenidad. Se cree que sus últimas palabras fueron: "Nada hay más frágil que nuestra propia existencia". Fue enterrada en Loches, mientras que su corazón fue extraído y sepultado en la Abadía de Jumièges.
Exhumación
Su tumba fue reducida en 1777, cuando los canónigos de Loches juzgaron ilógico que una adúltera descansará en el coro de la iglesia. Los restos, encontrados en buen estado, fueron colocados en una urna de 43 centímetros de altura. En 1809, el general François René Jean de Pommereul restauró el mausoleo de Agnès. Idealizándola como heroína nacional, agregó la siguiente inscripción en su tumba: LA ÚNICA AMANTE DIGNA DEL PAÍS, YA QUE EL PRECIO DE SUS FAVORES FUE LA EXPULSIÓN DE LOS INGLESES DE FRANCIA. Este epitafio fue removido después por el obispo de Tours, quien se opuso a tan generoso elogio.
En 2005 se realizó otra exhumación, en un estudio multidisciplinar que reunió a 22 investigadores de 18 laboratorios. La urna desprendía un olor dulce, una mezcla de especias y moho. Esto se debe a que, durante el embalsamamiento, llenaron su cuerpo con semillas, bayas y especias aromáticas. El examen de rayos X reveló la ausencia de enfermedad, salvo por una desviación del tabique nasal hacia la derecha. Por lo tanto, es muy probable que la Dama de la Belleza roncara. El bajo depósito de sarro y la ausencia de caries indican una salud bucal relativamente buena. Este estudio permitió identificar fibras vegetales y cárnicas que atestiguan una dieta mixta. Debido a su estado de conservación relativamente bueno, se realizaron numerosos estudios microscópicos sobre la materia orgánica aún presente en la superficie de los huesos, principalmente el cráneo y las costillas. La epidermis de la cara se caracterizó por un contenido pobre en melanina, lo que indica una piel particularmente blanca, además se confirmó el rubio natural de su cabello.
Dado el manejo inoportuno de los restos de Agnès Sorel, en un principio solo se presumió la autenticidad. Para obtener certeza, se realizó una datación con carbono. La fecha obtenida coincidía con el año de su muerte, 1450. Luego, se compararon los restos del cráneo con la efigie de Sorel, hecha en vida. Se encontró una perfecta correspondencia entre el cráneo y la escultura: la forma del mentón, la ubicación de los dientes, la posición de los conductos auditivos, la apertura de las fosas nasales, el tamaño de la cavidad nasal y la distancia y forma de las cuencas oculares. El único detalle que no coincidía era la depilación de cejas y línea del cabello que se muestra en los retratos. El estudio microscópico de los restos del cuero cabelludo a nivel de la frente ciertamente revela la depilación, pero no tan pronunciado como se muestra en los retratos. ¿Por qué se depilaba? Algunos han hablado del estilo florentino, una frente más redondeada conforme a los cánones de un muy temprano Renacimiento. La realidad parece ser muy diferente. Agnès tenía unos ojos muy grandes, desproporcionados a su rostro. La depilación de frente le permitió la armonización de sus rasgos.
Varios laboratorios se encargaron de realizar ensayos básicos a partir del cabello y el vello púbico y axilar encontrados en la urna funeraria, amalgamados con el líquido de descomposición o extraídos directamente del cuero cabelludo. El conjunto de ensayos reveló una concentración muy alta de mercurio en los cabellos. Por otro lado, la microscopía electrónica de barrido semivacío confirmó la ausencia de mercurio en la superficie de las muestras, eliminando así la contaminación post-mortem. La intoxicación debe considerarse aguda y haber precedido a la muerte entre 48 y 72 horas. Por lo tanto, la causa de intoxicación no pudo haber sido causada por una exposición prolongada al mercurio, por ejemplo, en forma de cosméticos. De hecho, las sales de mercurio se han utilizado desde la antigüedad grecorromana como antiparasitarios. Pero las cantidades utilizadas en terapia son normalmente mucho menores (alrededor de 10,000 a 100,000 veces menos que la dosis observada en los apéndices de la piel de Agnès).
También se encontraron los restos de un feto de siete meses, el cuarto y último hijo de Agnès. Todavía no se sabe si la exposición al mercurio provocó el parto prematuro. El envenenamiento de Agnès ha sido confirmado, sin embargo, nadie puede saber si fue voluntario o no.
Fuentes:
Adams, Tracy (2019) Agnès Sorel: Political Martyr? Disponible: https://www.academia.edu/11417068/Agn%C3%A8s_Sorel_Political_Martyr [22/01/21]
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