13 dic 2018

Homosexualidad y prostitución entre los nahuas y otros pueblos del posclásico

Se pinta el rostro, se pinta las mejillas, se oscurece los dientes, se pone grana cochinilla en los dientes, sus cabellos caen sueltos, peinados a la mitad, se hace cuernos con sus cabellos. Se contonea, anda con desvergüenza, anda levantando la cabeza, anda moviendo la cabeza con altanería...
Códice Florentino


El fragmento de este bello texto traducido del náhuatl describe con viveza a una ahuiani, término que significa "alegre" y que los españoles equipararon al de "prostituta". Llama la atención tanto el maquillaje, el hecho de pintarse los dientes y tener el cabello suelto, como las actitudes provocativas al caminar. Todo este retrato contrasta con los ideales de reserva y de discreción que aparecen en los consejos que las madres daban a sus hijas.

Ahuianime

Encontramos esta oposición entre mujeres "honestas" y "desvergonzadas" en un contexto ritual, precisamente en la ciudad de Tlaxcala. Se trata de la descripción de la fiesta de quecholli, dedicada a Mixcóatl, dios tutelar de los tlaxcaltecas, cuando "se manifestaban las mujeres públicas rameras y deshonestas". Estas ahuianime eran destinadas al sacrificio y se dice que, al realizar una procesión en las calles de la ciudad, "iban maldiciendo a sí mismas y tratando de deshonestidades infamando a las mujeres buenas recogidas y honradas". Añade el texto que estas mujeres "deshonestas" iban acompañadas "de los hombres afeminados y mujeriles en hábito y traje de mujer".

Porque aun allende de lo que arriba hemos hecho relación a Vuestras Majestades de los niños y hombres y mujeres que matan y ofrecen en sus sacrificios, hemos sabido y sido informados de cierto que todos son sodomitas y usan aquel abominable pecado.

Este juicio de Hernán Cortés aparece en más de un autor españoles, conquistadores en su mayor parte, así como cronistas religiosos o historiadores. Muchos son los que afirman la presencia generalizada del "pecado nefando contra natura" entre los indios. La opinión de la mayoría de los misioneros y de los autores de origen indígena es, sin embargo, muy diferente: destacan la ausencia de "sodomitas" en el grupo indígena al cual se refieren o bien la existencia de castigos rigurosos para los homosexuales.

Estamos sin duda frente a dos discursos opuestos sobre un tema particularmente sensible para la gente de la época. Si la justificación de la conquista requiere la denuncia en bloque de las costumbres indígenas (es notable la asociación frecuente, en los escritos de los conquistadores, de las acusaciones por la práctica de la antropofagia, de los sacrificios humanos y de la sodomía), en el otro extremo, la defensa de los indios se acompaña casi sistemáticamente del elogio de la moral precolombina y de su condena de la homosexualidad.

Sin duda la conquista de América puede considerarse como una prolongación de la reconquista española. No sorprende, entonces, que se pusiera a los indios del Nuevo Mundo en el lugar del enemigo musulmán, a quien frecuentemente se le acusaba de homosexualidad. Así, la práctica del "pecado nefando" constituye uno de los argumentos esgrimidos por Juan Ginés de Sepúlveda en su tratado sobre "las justas causas de la guerra contra los indios". Mientras que los religiosos destacan los aspectos "positivos" de las costumbres precolombinas que pueden servir de base para la creación de una futura cristiandad indígena. 

Las actitudes españolas frente a la prostitución fueron más ambiguas y más complejas. Aunque generalmente mal calificada, la institución misma de la prostitución no fue condenada por la mayoría de los autores españoles. Por ejemplo, el franciscano Toribio Benavente o Motolinía escribe:

Teníase costumbre entre los moradores de la Nueva España que hubiese mujeres públicas permitidas, como entre fieles, de manera que en esto tenían aquella manera que entre fieles se tiene, y era orden política para evitar mayor mal como éste es de adulterios y de estupros, bestialidades...es derecho civil favorecedor de la república por el bien común permitir esto, en lo cual parece que estos naturales no carecían del jus civile gentium.

Por su parte, Fernández de Oviedo, un autor conocido por sus puntos de vista negativos respecto a los indios, dice, al hablar de los nicaraos de América Central: 
"también hay mancebías é lugares públicos para las tales [prostitutas]. Pues aquestas tales lupanarias moradas entre cristianos se admiten por excusar otros daños mayores, no me parece mal que las haya entre aquesta gente, pues que hay cuylones (llaman cuylon al sodomita)".

La idea de que la prostitución era un "mal menor" que impedía la difusión de otros vicios, tales como la homosexualidad, era común en Europa. En Florencia, a principios del siglo XV, se favoreció legalmente la prostitución femenina con el objetivo de evitar que los hombres se desviaran a la homosexualidad.

Los indígenas frente a la homosexualidad y la prostitución
Según hemos visto, en las fuentes españolas dominan los juicios morales acerca de homosexuales y prostitutas. Conviene entonces proseguir con los testimonios redactados en lengua indígena, en particular en náhuatl. Vale la pena citar in extenso la descripción del homosexual que se presenta en la obra de Sahagún:
Sodomita, puto (cuiloni, chimouhcui). Corrupción, pervertido, excremento, perro de mierda, mierducha, infame, corrupto, burlón, escarnecedor, provocador, repugnante, asqueroso. Llena de excremento el olfato de la gente. Afeminado. Se hace pasar por mujer. Merece ser quemado, merece ser abrasado, merece ser puesto en el fuego. Arde, es puesto en el fuego. Habla como mujer, se hace pasar por mujer.

Para las ahuianime, los juicios indígenas parecen igualmente negativos, como lo manifiesta la siguiente descripción:
La prostituta es una mujer malvada. Con su cuerpo se hace lujuriosa.  Es vendedora de su cuerpo, constante vendedora de su carne. Joven malvada, anciana malvada. Borracha, ebria, fuertemente ebria, fuertemente borracha...Es la que se entrega sin reflexión, la que se entrega, flor que copula, anciana lasciva, culo lujurioso, anciana de culo lujurioso, anciana fofa. Mierducha, perrilla de mierda, se echa a perder como una perra.


López Austin nota que la relación entre homosexualidad y enfermedad es evidente en el término cucuxcui, que significa "enfermo, tullido, mustio, puto, afeminado". El rechazo del homosexual se encuentra asimismo en la expresión amo tlacayotl, ayoctlacayotl que significa "inhumanidad, ya no hay humanidad, pecado contra natura".
El repudio a las ahuianime aparece en otro texto de los informantes de Sahagún donde la influencia occidental es casi inexistente; se trata de un violento diálogo entre mujeres donde abundan los insultos, entre ellos se acusan de auiyanito, "pequeña ahuiani". Sin embargo, algunos testimonios hablan también, en algunos contextos, de una cierta "tolerancia" hacia los homosexuales y travestis. Así como el hecho de que las ahuianime estaban integradas de cierta manera a la sociedad.

¿Existió la prostitución en la época prehispánica?
Algunos autores han sostenido que "la existencia de una prostitución comercial en la época prehispánica no es evidente". La pregunta, de alguna manera, empieza por la existencia o ausencia de un pago los servicios de las ahuianime. Es difícil dar crédito al juicio de fray Juan de Torquemada quien afirma que "las que se daban a este vicio [la prostitución] en tiempo de su gentilidad, no era con interés de paga, sino sólo con bestial apetito de sensualidad".

En cambio, entre los nicaraos, Fernández de Oviedo afirma que "hay mujeres públicas que ganan é se conçeden a quien las quiere por diez almendras de cacao de las que se ha dicho que es su moneda". Otro testimonio del pago a las ahuianime se encuentra en un pasaje relativo a la fiesta de izcalli, fiestas religiosas que se llevaban a cabo cada 20 días, en las que algunos esclavos o cautivos de guerra eran sacrificados como representantes de deidades. En el caso de la veintena de izcalli, un joven guerrero, personificador del dios del fuego Ixcozauhqui, iba a ser inmolado: 

Y una ahuiani se hacía su guardia [del representante de Ixcozauhqui]; lo divertía constantemente, lo acariciaba, le decía bromas, lo hacía reir, le hacía cosquillas, gozaba en su cuello, lo abrazaba, lo bañaba, lo peinaba, arreglaba su cabello, destruía su tristeza. Y cuando era el momento de la muerte del bañado [del futuro sacrificado] la ahuiani se llevaba todo. Envolvía, guardaba todas las pertenencias del bañado, todo lo que había usado para vestirse.

Testimonio excepcional en verdad por su realismo, que nos hace penetrar en la intimidad de un hombre a punto de morir y de la mujer que compartía sus últimos momentos. El término usado para referirse al "pago" de la ahuiani es tlatquitl que significa "hacienda o vestidos". Parecería entonces que la mujer obtenía las propiedades del guerrero sacrificado, o bien sus vestidos y atavíos. Esta última posibilidad -quedarse con la vestimenta del dios- abre perspectivas de interpretación que van más allá de un simple pago. En efecto, especulando un poco se podría plantear la posibilidad de que la ahuiani apareciese en este contexto como la vencedora del guerrero. Numerosos mitos ilustran los peligros que corren los dioses guerreros al tener contacto con mujeres y no se puede descartar que la ahuiani, en contextos rituales, representara a una de estas diosas que provocaron la caída y muerte de valerosos guerreros divinos.

Travestismo en Mesoamérica
Uno de los primeros testimonios se debe a Alvar Núñez Cabeza de Vaca quien describe para la región de Texas "hombres casados con otros, y éstos son unos hombres amariconados, impotentes, y andan tapados como mujeres y hacen oficio de mujeres". Fray Antonio Tello nos ofrece interesantes datos sobre los indios de Sonora donde los españoles "hallaron mozos en traxe de mujeres". Cuando un español amenazó con quemarlos, varias mujeres intervinieron para tomar valerosamente la defensa de los jóvenes travestis, lo que no dejó de sorprender a los conquistadores. La actitud de las mujeres de proteger a los berdaches es muy llamativa. Recuerda la profunda integración o incluso la amistad que describe María Chona, mujer pápago, hacia un berdache a finales del siglo XIX. La viveza del testimonio justifica esta larga cita:
Las muchachas solíamos pasar todo el día con el hombre-mujer, Noche Brillante. Iba con nosotros a cortar quelites, y podía cargar más y aguantaba más tiempo escarbando que cualquiera de nosotras...Nuestros maridos nos hacían bromas. "¿Cómo vamos a saber si estos niños que andan corriendo en la casa son de nosotros? Siempre estamos en los cerros y en los campos. El que está con las mujeres es Noche Brillante." Luego se reían...Cuando estábamos ya a solas, nos preguntaban: "¿De veras se porta bien?". Y contestábamos: "Sí, tal como una mujer. Ya hemos olvidado que es un hombre".
Varios trabajos etnográficos confirman, más de cuatro siglos después de la conquista, la persistencia de los berdaches en las zonas septentrionales. Regresando al siglo XVI, Bernal Díaz del Castillo describe hombres vestidos de mujer en la costa del Golfo de México. Y señalemos, para acabar, un encuentro singular de Nuño de Guzmán con un guerrero disfrazado de mujer, notable por su valentía, entre los guerreros de Cuitzeo (Jalisco). Con el pretexto de que, así vestido, se entregaba a la prostitución, el conquistador lo condenó a la hoguera.
Si bien algunos testimonios mencionan berdaches en el México central, en particular en la región de Tlaxcala, muchos otros presentan al travestismo como una práctica infamante o en relación con leyes que lo condenan. Así, cuando los habitantes de Coyoacán quieren provocar a los mexicas, los invitan a una fiesta solemne:

donde después de haberles dado una muy buena comida y festejado con gran baile a su usanza, por fruta de postre les enviaron ropas de mujeres, y les constriñeron a vestirselas y volverse así con vestidos mujeriles a su ciudad, diciéndoles que de puro cobardes y mujeriles, habiéndoles ya provocado, no se habían puesto en armas.

Siguió una guerra entre ambas ciudades. Por supuesto, no se hizo esperar la respuesta de los mexicas y poco después de vencer a los de Coyoacán "toda la nobleza guerrera de los tenochcas [llevaron] naguas de algodón y camisas mujeriles de algodón para dárselas como presentes". En otras circunstancias, los mexicas expresaron de manera metafórica su derrota frente a los españoles declarando que estos últimos les pusieron "naguas de mujeres". Esta relación entre travestismo y humillación se encuentra en la provincia de Michoacán en donde se obligaba al cazador torpe a ponerse una falda que lo excluía simbólicamente del mundo masculino.

De manera general, la moral precolombina exalta la virilidad y reprueba todas las manifestaciones afeminadas. Varios autores mencionan una ley que castiga con la muerte "al hombre que andaba vestido en hábito de mujer y la mujer que andaba vestida en hábito de hombre". 

Y, en efecto, encontramos algunos ejemplos de mujeres travestistas, siempre en relación con actividades viriles. Al morir Carocomaco, señor de Tzacapu (Michoacán), lo sucedió su mujer Quenomen. Para hacerse temer, Quenomen revistió las insignias militares características de su nuevo poder: se pintó "dos bandas de negro por la cara" y llevó "una rodela y una porra en la mano". Entre los mexicas aparece un fenómeno similar aunque invertido, puesto que el personaje político más importante después del tlatoani era el cihuacóatl, individuo masculino pero representante de la diosa de la tierra.



Bibliografía
Pablo Escalante Gonzalbo y Pilar Gonzalbo Aizpuru, (2004) Historia de la vida cotidiana en México. Mesoamérica y los ámbitos indígenas de la Nueva España. México: Fondo de Cultura Económica.

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