9 dic 2018

La cortesía, afectos y sexualidad en la antigua sociedad nahua

Saludos
El gesto más enfático de bienvenida, un auténtico homenaje, que era empleado por los representantes de una comunidad que recibía a un visitante distinguido, consistía en besar la tierra. Se hacía una genuflexión y una reverencia, de tal manera que la cabeza quedara cerca del piso. Con una mano se tomaba algo de tierra y esta tierra se acercaba a la boca para besarla. A este saludo se le llamaba tlalcualiztli, o "comimiento" de tierra.


La genuflexión y la reverencia eran formas de saludo muy usadas frente a personas jerarquía superior, y en ocasiones iban claramente acompañadas del propósito de evitar el contacto visual con la persona a quien se saludaba. Por ejemplo, ningún cortesano o mensajero que se aproximara al tlatoani podía mirarlo a los ojos, e igualmente en la educación de las doncellas se les insistía mucho en mantener la cabeza agachada a la hora de saludar o cruzarse en el camino con cualquier otra persona. Quien levantaba la cabeza y se atrevía a mirar al rey podía recibir la pena de muerte; la muchacha que se atreviera a mirar a los ojos a alguien con quien se cruzaba en el camino era reprendida con un pellizco. Estos pellizcos eran una especialidad de las viejas ayas que acompañaban a las doncellas a todas partes y las hostigaban constantemente. 

En primer lugar es interesante observar que existen algunas diferencias en las palabras de saludo de nobles y macehuales, así como las hay entre hombres y mujeres. No todas son perceptibles, sin embargo, en la traducción al español. Los nobles, hombre y mujer, dicen ma nimitznotlaxillitzino (no te vaya yo a empujar), mientras que los hombres macehuales dicen ma nimitznotlaxilli (con el mismo significado). Los hombres nobles dicen ma timovetzitzino (no te vayas a caer), y las mujeres nobles dicen ma timococotzino (no te vayas a lastimar); mientras que los macehuales, ambos, dicen, ma timovetziti (no te vayas a caer). En todos los casos, los nobles están usando el elegante reverencial verbal —tzino, imposible de traducir al español, fórmula que no suelen usar los macehuales en contextos comunes. La expresión de saludo usada por los macehuales, ma nimitzmauhti, "no te vaya yo a asustar", exprese un temor de tipo mágico por la salud del interlocutor; pues se creía que el susto podía ocasionar que el alma superior, llamada tonalli, se saliera de la cabeza, lo cual daría pie a una peligrosa enfermedad. Es interesante que la expresión "no te vaya yo a asustar" no se ponga en boca de los nobles, y pudiera indicar que desde la época prehispánica "el susto" era una enfermedad más propia de la creencia popular que de la ideología de las elites. 

En general, los saludos consisten en la expresión de interés o preocupación por la otra persona y en la demanda de aproximación.

La prohibición del pleito
Las escenas de pleito entre macehuales y las presuntas riñas de los nobles son tan diferentes que será necesario referirnos a ellas por separado. Veamos primero las palabras que el documento atribuye a los nobles que tienen un altercado.
Así riñen los pipiltin. Cuando ya se enojaron, se dicen: "iMi hermanito! ¿Qué me dices? Nada más asienta, calla tu palabra. No te lastimes. Primero escucha, mi hermanito; eso que dices, tu palabra, en verdad se muestra como si fueras ciego; vas a caer en un agujero. Sólo ándate con cuidado, no vayas desvariando. Sé prudente, busca ser respetado. Tal vez nuestra manera de vivir/debes adquirirla/. No consideres la baba, la saliva. No escuches palabras mujeriles, ¿Qué dices? iOh, cómo! Acaso tu lugar de hablar no es otro que el lugar de las cuatro piedras, el lugar del metate. Tú eres hombre; sólo sé robusto), mi hermanito. Quizá ya en algo se acaba el enojo de tu palabra, mi hermanito. Ya asienta tu corazón, ya descansa". De esta manera hablan cuando se encuentran.
Las mujeres pipiltin así riñen cuando por algo se agreden. Se dicen: "Mi niñita, mi venerable mujer pilli. Sólo siéntate, mi niñita. Solamente ve aprendiendo; reconoce la enfermedad. ¿Qué dices? Acaso ése es nuestro oficio. Ve conociendo el que es tu modo de vivir, tú que eres una mujer pilli, lo que no es conveniente que hagas. Busca ser respetada; hónrate, mi muchachita. Asienta tu venerable corazón. Quizá algo te lastimarás". Termina el reñimiento.

Los hombres macehualtin así riñen. Se dicen: 
"Apártate, bellaco, hombrecillo; no sea que te empuje. Vete por allá perrote, perrote; no sea que te patee, no sea que te moje la nariz. Vete por allá, bobo, torpe; gordo macehual, gordo huérfano. ¿Quién eres tú? ¿A quién conoces? Pavote. Ciertamente eres un bellaco. Bobo. Vete por allá. ¿Qué me vas a hacer, hombrecillo? Me lo harás, bellaco. ¿Acaso me morderás? ¿Acaso me tragarás?. Aquí él anda burlándose, anda gritando, anda dando voces. Acaso aquí [le dice]. Eres tonto. Estás desvariando. Gran canasto de tontería. Ya no sabes nada. Atolondrado. ¿Acaso bebiste mucho? Beodo, desembriágate; no suceda que caigas sobre nosotros. Borracho. No sea que te acabe el pulque. Mierdota haraposa, mierdota andrajosa. Desmelenadote. Gran escandaloso. Gran ocioso. Gran huidizo. Dos son sus lenguotas: anda divulgando las cosas entre la gente. Carota de piedra de moler. Cabezota rasguñada. Tuertote, ciegote. Gran adúltero. También dice: ¡De manera que bien eh! Seso tes de papel viejo. Gran ladrón. Gran escandalizador de la gente. Gran mentiroso. Desollado. Gran tlacatecolotl ¡Cómo! ¿Nos lo harás, bellaco? ¿Qué nos harás? ¿Acaso serás el agua, serás el cerro? ¿Tít, macehualucho? Aunque ya es mucha su difamación, acaso [le dice todavía] ¿Cómo nos lo harás? ¿Acaso así nos despreciarás? ¿Acaso tú eres nuestro noble, nuestro señor? Pues eres semejante a un perro, a un pavo. En donde la mierda, en donde la basura está tu lugar de vivir. ¡Quédate ahí, bellaco! Se va gritando".

Sexualidad y matrimonio
Aquella imagen bien conocida del Códice Mendocino, en la cual aparecen un hombre y una mujer, sentados en una estera y unidos por medio de un nudo que enlaza sus ropas, representa una boda tal como se describen también en las fuentes escritas. Todos los parientes se congregaban en el patio y asistían a un fabuloso banquete, comían y bebían durante toda la noche mientras los jóvenes esposos permanecían sentados en el petate. La madre de la novia se levantaba para alimentar al muchacho, tomaba la comida con su mano y la ponía en la boca de él; otro tanto hacía el padre del novio con la muchacha. Concluido el banquete (suponemos que en la mañana del día siguiente), los parientes se retiraban, y la joven pareja se quedaba, recluida en una habitación. Durante cuatro días permanecían sin tener relaciones sexuales; se bañaban al alba y a la media noche. Al llegar el quinto día, la pareja consumaba el matrimonio. Para la gente del pueblo ésa era toda la fiesta; pero entre los nobles se acostumbraba una tornaboda, que tenía lugar el sexto día. Si la esposa resultaba no ser virgen, lo cual habría descubierto el esposo el quinto día, el hecho era comunicado a los parientes en la tornaboda, de la siguiente manera: a todos los comensales se les entregaba un canastillo con tortillas, pero uno de los canastillos repartidos tenía una oradación en la base. Todos comían y, en algún momento del banquete, uno de los invitados descubría que las tortillas se le salían del canasto, y le caían migajas. Al verificar que el canasto estaba roto, el comensal lo arrojaba lejos de sí con desagrado; de ese modo todos conocían la noticia, y manifestaban su reprobación a la familia. Después de ello, el joven tenía derecho a repudiar a la esposa. 

Entre la nobleza nahua, la virginidad de la mujer era muy importante. Es por ello que las familias pillis vigilaban constantemente a sus hijas doncellas, que debían salir acompañadas por guardas. La que se atrevía a salir sola le punzaban los pies con unas púas. Sus guardianas las pellizcaban o flagelaban con ortigas si levantaban la mirada o volvían la vista atrás.


Códice Mendoza.

Los monarcas parecen haber sido los primeros en practicar castigos ejemplares. Se dice que, en Tetzcoco, un joven pilli saltó la barda del recinto en que se criaban las hijas del tlatoani para conversar con una de las muchachas. Mientras hablaban (y la fuente destaca que estaban ambos de pie, sin hacer otra cosa que conversar), fueron descubiertos. El muchacho huyó, evitando el castigo, pero la joven no corrió con la misma suerte. El señor de Tetzcoco pensó que quedaría "muy deshonrado si a tan mal hecho no le diera su castigo", por lo que ordenó que su hija fuera ejecutada.

Conjuro para atraer a la amada
En el cristalino cerro donde se separan las voluntades, busco una mujer y le canto amorosas canciones, fatigado del cuidado que me dan sus amores...Y traigo en mi ayuda a mi hermana la diosa Xochiquétzal...Este amoroso cuidado me trae fatigado y lloroso ayer y antier, esto me tiene afligido y solícito. Pienso yo que es verdaderamente diosa, verdaderamente es hermosísima y estrenada; me hela de alcanzar no mañana, ni esotro día, sino luego al momento...Yo el mancebo guerrero que resplandezco como el sol y tengo la hermosura del alba; ¿por ventura soy yo algún hombre de por ahí?...Yo vine y nací por el florido y transparente sexo femenil...¿por ventura traigo yo guerra? No es guerra la mía sino conquista de mujer.
Hernando Ruíz de Alarcón, Tratado de las supersticiones..., tratado III, cap. II.

En cuanto a los hombres, parece ser que también se cuidaba su castidad estrictamente. Sin embargo, sabemos que a los pillis, "los hijos de señores y principales, o de hombres ricos", "permitíaseles o disimulábase con ellos tener mancebas". Había para el efecto una práctica establecida. El joven solicitaba a los padres de la muchacha que le otorgaran a su hija como manceba; generalmente el asunto se hablaba con la madre. Esta relación sin compromiso matrimonial duraba mientras la muchacha no quedara embarazada. Cuando esto último ocurría, el joven podía tomar a la muchacha como esposa o repudiarla, en cuyo caso los padres buscaban otro marido para su hija. Esta relación era claramente asimétrica, se establecía entre un hombre noble y una mujer popular.
Ahora bien, ¿en qué circunstancias podría un joven noble haber aceptado casarse con una muchacha del pueblo que había quedado embarazada? Después de casarse con una mujer noble, lo cual era obligado, el joven pilli podía seguir teniendo relación con otras mujeres (el adulterio ocurría sólo cuando una mujer casada tenía relaciones con otro hombre), así que podía seguir frecuentando a alguna de sus antiguas mancebas, y eventualmente aceptarla como esposa adicional. El número de esposas adicionales que un noble podía tener no parece haber tenido otro límite que su capacidad para mantenerlas. Los grandes señores llegaban a tener cientos de ellas.

Es interesante observar que las restricciones que se le marcan a los hombres solteros, y muy especialmente a los nobles, no son rígidas y no señalan la imposibilidad absoluta de una relación prematrimonial. Es decir, mientras que a la joven se le impone una prohibición absoluta, cuyo incumplimiento acarreaba la muerte, al joven se le indica que por su salud es conveniente que espere a la edad adecuada para tener relaciones sexuales, para que "amacice" bien y no pierda la salud. Es probable que los nahuas vieran la pérdida de la salud como el principal motivo para pedirles a los jóvenes que tuvieran paciencia, pero también es probable que les haya preocupado la posibilidad de que los adolescentes muy jóvenes y atrabancados fueran a tener relaciones con una mujer casada, en cuyo caso les esperaba la pena de muerte, no por la relación sino por el hecho de haberla tenido con una mujer casada.



Bibliografía
Pablo Escalante Gonzalbo y Pilar Gonzalbo Aizpuru, (2004) Historia de la vida cotidiana en México. Mesoamérica y los ámbitos indígenas de la Nueva España. México: Fondo de Cultura Económica.

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