22 jul 2020

Catalina Howard (parte 1)



Primeros años
Su fecha de nacimiento está abierta a especulación. Se desconoce su hogar y, a excepción por algunos detalles de su infancia revelados en su juicio, conocemos poco sobre los primeros años de Catalina. 

Hay al menos tres informes contemporáneos que sugieren que Catalina era inusualmente joven en el momento de su matrimonio con el rey en julio de 1540. No pudo haber nacido después de 1527, ya que Isabel Legh, su abuela materna, la menciona en su testamento de ese año. La evidencia sugiere que nació entre 1518 y 1524. Si sus padres, Edmund Howard y Joyce Culpeper, se casaron alrededor de 1514-15, además, tomando en cuenta a los tres hijos mayores, entonces Catalina no pudo haber nacido antes de 1517-18. El embajador francés reportó que ella tenía dieciocho años cuando compartió su cama con Francis Dereham; el asunto tuvo lugar entre 1538-39, según la propia confesión de Catalina. Sin embargo, el embajador también agrega que Dereham la corrompió desde los trece años. De acuerdo con esta información, Catalina nació alrededor de 1521 (Baldwin, 2009, p. 192-3)

Su padre pertenecía a la familia Howard, como hijo del segundo duque de Norfolk. Pero Edmund, de ilustre solo tenía el apellido, pues estaba empobrecido y tenía poca relevancia en la corte. Él no era como su ambicioso y eficiente cuñado, Tomás Bolena (Catalina Howard y Ana Bolena eran primas). Tras la muerte de Joyce, Edmund se casó dos veces más, con dos viudas, Dorothy Troyes y Margaret Jennings.
Pasó su juventud dando vueltas por la corte sin un puesto fijo y fue hasta 1531, cuando su sobrina, Ana Bolena, lo ayudó a conseguir un puesto como controlador de Calais. Aun así, el salario apenas era suficiente para que un hombre de su estatus viviera, y mucho menos para pagar sus deudas (Starkey, 2003 p. 644).


Catalina pasó su infancia bajo el cuidado de su abuelastra, Agnes Tilney, duquesa viuda de Norfolk. Ella fue una figura destacada en la corte y una de las mujeres de más alto rango en Inglaterra; fue madrina de las princesas, María e Isabel. Tenía fincas de Horsham, en Sussex, y Lambeth, Londres. Independientemente de la situación económica de Edmund, era costumbre enviar a los hijos a una casa noble donde recibían educación. 

Catalina fue colocada en la cámara de las doncellas, un dormitorio largo en el que las jóvenes generalmente dormían dos en una cama. Se encontró entre jóvenes solteras de cuna noble o gentil, algunas emparentadas con los Howard por lazos de sangre o matrimonio y otras de familias menores que se habían enganchado al clan ducal (Starkey, p. 646)Antonia Fraser compara la casa de la duquesa con una escuela de clase alta. La duquesa Agnes era considerada una figura responsable, pues tuvo bajo su cuidado a varios hijos de nobles. Pero por supuesto, la comparación con una gran escuela vuelve a surgir cuando se considera el tamaño enorme de la casa y los escándalos que podían producirse en consecuencia (Fraser, 2007, p. 486-7).

El primer romance tuvo lugar en la casa Chesworth, cerca de Horsham, en Sussex. En 1536, Henry Mannox fue contratado para enseñar música. Intentó seducir a la joven de catorce años entre las lecciones de clavicordio y laúd. De acuerdo con la posterior confesión de Catalina, no hubo sexo completo: "Ante las bellas y halagadoras persuasiones de Manox, cuando era una muchacha joven, permití que varias veces manipulara y tocara las partes secretas de mi cuerpo que no convenía a mi honestidad permitir ni a él requerir". Manox siguió a Catalina a Londres (Idem)

El dormitorio de las doncellas en casa de la duquesa, escena de Las Seis Esposas de Enrique VIII (Keith Michell como el rey Enrique)

El romance con Francis Dereham, un caballero pensionista en la casa de Lambeth en Londres, fue mucho más serio. Como tenían la costumbre de llamarse "esposa" y "marido", cabe sugerir que Catalina y Francis Dereham tenían en realidad un precontrato mutuo y que sus votos privados habían sido reforzados por la plena unión sexual. Catalina limitó el asunto a tres meses en el otoño y el invierno de 1538. Aunque, estaba lo bastante relacionada con Dereham para que él le confiara 100 libras para que se las guardara cuando se marchó a Irlanda. Según el relato de Catalina: "Francis Dereham, mediante persuasión, me procuró para su propósito depravado y consiguió primero tenderse sobre mi cama con su jubón y sus calzas y después dentro de la cama y finalmente se tendió conmigo desnudo y me usó de tal manera como el hombre hace con su esposa muchas veces pero con qué frecuencia no lo sé" (Fraser, p. 487-8). Le regaló prendas de amor, como un corazón de seda para un regalo de Año Nuevo (Starkey, p. 647).

Dereham y Edward Waldegrave hallaron el modo de visitar a Catalina y a Joan Bulmer. Hay relatos de cómo Catalina y Dereham solían "besarse y unirse por el vientre como si fueran dos gorriones" y ciertos "bufidos y resoplidos" que se oían en la oscuridad y que denotaban sexo para quienes los oían (Fraser, p. 488-9). Intercambiaban prendas de amor; por ejemplo, Dereham le regaló un corazón de seda para Año Nuevo (Starkey, p. 647).

Los hombres tenían prohibido el acceso a la cámara de las doncellas. Para hacer cumplir la norma, la duquesa ordenaba que le fueran llevadas las llaves de la cámara todas las noches. Pero Catalina sobornó a la criada de la duquesa, Mary Lascelles, para que robara la llave. Dereham, junto con otros caballeros, fueron admitidos. Excepto Manox, quien, celoso, informó a la duquesa por medio de una carta anónima.

Catherine estaba decidida a llegar al fondo del complot contra ella. Empleando sus habilidades ya desarrolladas en hurto, "[ella] robó la carta del cofre dorado de mi señora y se la mostró a Dereham, quien la copió y de inmediato la colocó en el cofre". Dereham inmediatamente adivinó la autoría de la carta y abordó a Manox, llamándolo "bribón"Sin embargo, nadie en la casa parece haber tomado en serio el asunto. La condesa reprendió a Catalina por sus "banquetes nocturnos". Pero eso fue porque temía que "dañaría su belleza", no su moral (Starkey, p. 648)

Aunque Dereham era de mejor cuna que Mannox, no era un gran partido, y la relación parece haberse enfriado durante la estancia de él en Irlanda. En 1539, fue designada como dama de la reina Ana de Cleves. 

Dama de la corte


Se desconoce la fecha precisa en la que el rey se fijó en Catalina. La anciana duquesa de Norfolk afirmó"Su Alteza el rey se interesó por Catalina Howard la primera vez que la vio". Pudo haber sido en un banquete ofrecido por el obispo Stephen Gardiner; se decía que Gardiner "muy a menudo brindaba fiestas y recepciones" al rey y a su nueva amante a partir de entonces, mientras que los ciudadanos de Londres se acostumbraban a ver al rey cruzando el Támesis en barco para visitarla, a veces tan tarde como a medianoche (Fraser, p. 481)Incluso pudo haber iniciado en el otoño de 1539, en el período previo a la llegada de Ana de Cleves a Inglaterra. Pero, ciertamente, a fines de la primavera de 1540, una relación amorosa completamente desarrollada estaba en marcha. Era de conocimiento público en junio, y todos asumieron que la pareja había consumado su relación "mucho antes de que su matrimonio se celebrará el 8 de agosto de 1540 en Hampton Court" (Starkey, p. 649).


La duquesa Agnes indicaba a Catalina "cómo comportarse con el rey". La primera señal de los sentimientos del rey fue la concesión de tierras, confiscadas a un felón, a la señorita Howard el 24 de abril de 1540. En mayo, recibió veintitrés regalos de tela de seda acolchada, pagados por el rey. A mediados de mayo, la situación cambió. El rey sintió la urgente necesidad de librarse de la reina Ana. El rumor de que la joven Howard estaba embarazada fue repetido por el embajador francés, Marillac, en julio. La última aparición de Ana de Cleves como consorte real fue en las celebraciones del 1 de mayo (Fraser, p. 491)

Catalina Howard y Enrique VIII, pelicula "Enrique VIII y sus seis esposas"

En julio de ese año, el matrimonio con Ana de Cleves fue anulado debido a la falta de consumación y a un precontrato con Francisco de Lorena. 

Apariencia y personalidad
En septiembre de 1540, el embajador francés Marillac visitó la corte, probablemente en Grafton, y tuvo la oportunidad de formar su propia opinión sobre Catalina. Él pensó que era elegante, en lugar de la gran belleza que había sido llevado a esperar. Ellas y sus damas vestían a la moda francesa. El lema de Catalina era "no tengo otra voluntad más que la suya". Podría ser interpretado como una ingeniosa combinación de dos de las técnicas de sus predecesoras: el comportamiento y las ropas afrancesadas de Ana Bolena y la sumisión cuidadosamente calculada de Jane Seymour. (Starkey, p. 650)

El rey se mostró más cariñoso con Catalina que con sus anteriores esposas. Ella era pequeña y delgada. La miniatura de Holbein muestra a una joven de cabello castaño, piel pálida y ojos oscuros. El embajador francés la consideraba una belleza moderada, pero elegante y con gracia.

Miniatura de Catalina Howard hecha por Holbein

Catalina es descrita como una joven encantadora y vivaz. Fue criada en la fe católica y no parece haber tenido una agenda política, a diferencia de sus predecesoras. Su educación, claramente, no se comparaba con la de una infanta como Catalina de Aragón o con la formación de Ana Bolena en las cortes de Francia y Países Bajos. La comparación adecuada sería con la educación promedio de Jane Seymour. Sabía leer, aprendió música y habilidades domésticas. 

Hay que recordar que Jane Seymour y Ana Bolena habían pasado años en el servicio real antes de casarse con el rey. En cambio, Catalina tenía poca experiencia en el ámbito cortesano. De acuerdo con Starkey, Catalina mostró liderazgo, ingenio e independencia. Hay indicios iniciales de que Catalina estaba preparada para pensar por sí misma. Por ejemplo, se apresuró a establecer buenas relaciones con Cranmer. Además, tuvo una buena disposición con Ana de Cleves. Todo esto sugiere al menos una renuencia a seguir la línea de facción y un mayor compromiso con la reconciliación. Era cálida, amorosa y de buen carácter (p. 654).


Reina de Inglaterra
Enrique y Catalina se casaron el 28 de julio de 1540 en el palacio de Oatlands, en Surrey. Este palacio fue adquirido en 1537 y contaba con unos apartamentos para la reina, decorados para una mujer que no vivió para ocuparlos: la reina Jane (Fraser, p. 502). El rey parecía estar muy enamorado de su joven esposa, pues la acariciaba en público constantemente. Además la cubría de joyas y costosos presentes. 

Por ejemplo, en el Año Nuevo de 1541, la reina Catalina recibió entre otros presentes "una prenda superior que contenía ocho diamantes y siete rubíes" y un collar de "seis finos diamantes planos y cinco rubíes muy bellos con perlas intercaladas"; una bufanda de terciopelo negro con cebellinas, que pendía de una cadena de treinta perlas, adornadas además con rubíes y perlas ensartadas en cadenas de oro (Fraser, p. 504)

¿Y Catalina amaba al rey? Es poco probable que ella albergará sentimientos románticos por su esposo. Su afecto y respeto por Enrique seguramente se basaba más en su posición real. 

Las damas asignadas para servir a Catalina fueron:

Grandes Damas
  • Margarita Douglas, sobrina del rey
  • María Howard, duquesa de Richmond
  • Agnes Tylney, duquesa viuda de Norfolk
  • Margarita Arundell, condesa de Sussex
  • Margarita Gamage, lady Howard
  • Ursula Stourton, lady Clinton
Damas de la Cámara Privada
  • Eleanor Paston, condesa de Rutland
  • Jane Parker, lady Rochford
  • Isabel Legh, lady Baynton
  • Catalina St. John, lady Edgecumbe
También era atendida por lady Arundel, su hermana; lady Cromwell, hermana de la reina Jane; y Ana Herbert, hermana de la futura reina Catalina Parr.

Como parte del acuerdo de divorcio, Enrique le había asegurado a Ana que sería bienvenida en la Corte. En Año Nuevo de 1541, Ana tomó la iniciativa; envió a Enrique un magnífico regalo que consistía en dos hermosos caballos enjaezados con terciopelo malva. Luego, el 3 de enero, se presentó en Hampton Court. Hubo un retraso mientras el canciller Audley, como Lord Gran Chambelán, informaba a la reina Catalina sobre la delicada cuestión de la etiqueta. No había precedentes, por lo que se tuvo que recurrir a una mezcla de sentido común e invención (Starkey, p. 652).


"El Rey", informó Chapuys "entró en la habitación y, después de hacer una profunda reverencia a lady Ana, la abrazó y la besó". Entonces los tres se sentaron a cenar en la misma mesa. "Durante toda la comida, mantenían "tan buen porte y semblante y parecían tan despreocupados como si no hubiera habido nada entre ellos". La conversación siguió un rato después de la cena hasta que Enrique se retiró, dejando a las dos mujeres. Pasaron el tiempo en el baile: primero entre sí y luego con dos caballeros. Al día siguiente, Catalina regaló un anillo y dos perros falderos a Ana. (Starkey, p.653).

Detalle de la reina de Saba, que representa a Catalina Howard. Capilla del King's College.
 
Catalina suele ser representada como una amante de los placeres. En la ficción vemos a una reina bañada en joyas y vestidos que solo piensa en divertirse. Sin embargo, ella se ajustó al modelo de consorte amable y compasiva. Cumplió con sus funciones protocolarias, procuro mantener relaciones cordiales con sus hijastros y sus allegados se vieron beneficiados por su patrocinio (aunque, algunos de estos la perjudicarían más adelante). 

El embajador Chapuys narra: "la reina se animó a rogar y suplicar al rey por la liberación del Sr. Wyatt, un prisionero en la Torre". Esto mostró un sentido astuto de prioridades. Haber demandado primero por Wallop, quien era uno de los suyos, se habría percibido como parcialidad. Pero al comenzar con Wyatt, cuyas afiliaciones estaban con los enemigos de su casa, estableció que su gesto era desinteresado. Solo una vez que Wyatt fue restaurado, suplicó por Wallop. Y, una vez más, tuvo éxito (Starkey, p. 659). También intercambió cartas (7 de diciembre de 1540) con el arzobispo de York, solicitando una promociones para algunos de sus capellanes.

Ella era una católica de la familia Howard, pero no tenía inclinaciones políticas. En ese sentido, su papel como reina sería más tradicional y pasivo que el de sus predecesoras.



Bibliografia 
  • Baldwin Smith, L. (2009) Catherine Howard. Amberley Publishng. Disponible en: https://books.google.com.mx/books?id=oyr4aCQANl8C&lpg=PP1&hl=es&pg=PP1#v=onepage&q&f=false [15/07/20]
  • Starkey David: Six Wives, Harper, New York, 2004. 
  • Fraser, Antonia: Las Seis Esposas de Enrique VIII, Ediciones B, Barcelona, 2007.

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